Había una vez una rana que quería ser una Rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello. Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.
Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una Rana auténtica.
Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.
Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una Rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.
Este cuento es de Augusto Monterroso, del libro "La oveja negra y demás fábulas". Creo importante hacer parte del blog algunas lecturas y libros, y poder analizarlos. Comencemos con este pequeño cuento XD que habla sobre la autenticidad de las personas. ¿Debemos guiarnos por lo que nos dicen los demás? ¿O de esa forma sólo acabaremos siendo devoradas por ellos? ¿Vale la pena empeñarse en complacer a otros, en tener un sabor a su gusto? ¿O la autenticidad reside en ser uno mismo, sin importar las demás personas?
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